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03/Jul/2019
Jesús lo miró con amor y le dijo: «…ven y sígueme»
Tengo una experiencia infantil imborrable: las reuniones familiares de mi infancia eran fabulosas, alegres, bulliciosas; se trataba de no faltar… había una necesidad de reunirse cada tanto para compartir vivencias de todo tipo…
Eso mismo he vivido a lo largo de todo este mes de junio y, sobre todo, en esta última semana, en la que celebramos la Fiesta del Sagrado Corazón. Hemos tenido necesidad de compartir en nuestra comunidad educativa corazonista.
Todos hemos participado de alguna manera, a nuestro estilo y según las posibilidades: celebraciones religiosas, juegos y trotada, comidas… Padres, alumnos, docentes, ex alumnos, hermanos, amigos…
El Señor, presente entre nosotros… nos miró con amor y nos dijo: Vengan, síganme. Y su acompañamiento fue notorio en todos y en cada uno de los momentos, en todos y en cada uno de los convocados: nos hemos sentido acompañados por Él y nos hemos dejado mirar. Podríamos repetir con los discípulos de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba (miraba) ?”.
Nos dejamos mirar, nos dejamos mimar por ese Corazón que fue fiesta, alimento, música, baile, trote, mateada, homenajes; servicio, afecto y ternura corazonista, al estilo de un Corazón formado con el afecto y la ternura de una Madre con pautas humanas que nos llegan tan a lo hondo de nuestras almas peregrinas y tan sedientas de afectos y ternuras.
Lo hemos visto presente a la hora de elevar nuestra oración; lo hemos sentido al recibirlo en la eucaristía; lo hemos advertido alegre en la sonrisa y la carcajada; lo hemos descubierto en el movimiento al ritmo de corazones unidos en el suyo celebrando su presencia que es comunidad de amor, respeto, alegría y compromiso de fe y comunión.
Nos regaló el sol para que la trotada pudiera brillar; nos regaló el frío del gimnasio para tener excusa a la hora de mover el esqueleto…; nos regaló las dificultades técnicas de la compu para señalarnos que lo más importante eran las personas que homenajeamos y que amamos tanto…
A veces me pregunto qué hubiera sido de mí sin aquellas experiencias familiares infantiles; y ahora me pregunto ¿qué hicimos para merecer el regalo de una comunidad que celebra así su esfuerzo educativo de todos los días, compartiendo ese Corazón infinito y que, a pesar de ello, entra en nuestros corazones doloridos, ruines, pequeños, para llenarnos de esperanza y que nos hace gritar hasta desgarrar nuestras gargantas, ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!?
Un último toque: el detalle de asistir a la fiesta con los colores de nuestra bandera, me llevó a pensar en nuestros jóvenes cuando se “producen” para salir “de pesca”. Fue divertido y hermoso pero aún más que eso: fue el reflejo de que nos “producimos” al estilo de Jesús para dejarnos mirar por Él y nuestros hermanos corazonistas, manifestando toda la belleza interior con la que nos adorna su Espíritu.
Gracias a todos. Los hermanos les agradecemos este tsunami de corazonismo. Quisiera resaltar aquí el aporte, siempre desde el silencio y la calidez, de los padres “servidores”. Como siempre: ¡excelente!
Fraternalmente,
H. ROBERTO